martes, 10 de julio de 2012

¿Cómo se supone que puede superarse?

Asombrada por las noticias que acabo de ver en televisión no he podido resistirme a hablar del tema: un hombre mata a su hijo de 10 años por apuñalamiento, después lo sube en su coche, lo estrella en una rotonda justo donde vive la madre del niño, la avisa y quema el coche con él y el niño dentro.

¿CÓMO SE SUPONE QUE DEBE SUPERARSE ESO? Me intento poner en el papel de la madre, y no me sale nada parecido al dolor que ha debido y debe de estar sientiendo; mi pena no puede igualarse al martirio que va a sufrir esta mujer de por vida. Imaginen asomarse a la ventana y ver a tu hijo muerto justo instantes antes de que el coche comience a arder y la impotencia que se debe sentir al ver que no puedes hacer nada. Son imágenes que deben quedarse grabadas a fuego en la memoria (y nunca mejor dicho) y que son díficiles de borrar, perdurando el dolor y el recuerdo por siempre.

En la mayoría de los casos un hijo para una madre es lo más valioso que tiene en el mundo, no debe ser fácil ver como en unos momentos te arrebatan lo que más quieres y lo pierdes para siempre.

Hablamos en estos casos de un tipo silencioso de violencia de género. (No puedo considerarme una experta del tema, mas algo he aprendido después de leerme un libro que habla del tema y cuyo título se llama "Mi marido me pega lo normal").
Por lo general hablamos de hombres cuyos vecinos siempre dicen en la tele: "nunca ha dado problemas" o "era un buen hombre", "como vecino siempre se ha portado bien". Ante los demás pueden aparentar ser personas totalmente normales, pero cuando llegan a casa su cara exterior desaparece para mostrar el macho con poder que lleva dentro. 
Estamos acostumbrados a considerar el maltrato físico como única arma del hombre para maltratar a la mujer, ser que él considera absolutamente inferior en todos los sentidos, y que debe vivir su vida consagrada al hombre, darle placer y tenerle bien servido. Pero hay otras ramas mucho peores que lo físico, al menos en mi opinión, que consiste en el maltrato psicológico: ese que apenas aparece en la tele, y que causa mucho más daño que el físico.
Con el psicológico pueden hacerte creer que como mujer eres una mierda y que no sirves para nada. 

Muchas mujeres consiguen escapar, divorciarse, separarse e intentar reiniciar una nueva vida: tranquila y haciéndose valer como personas que son. Muchas veces para el hombre, que es quien manda, es una solución con la que no están de acuerdo, y van a prometer y jurar que la cosa no volverá a pasar.
Si la mujer accede, los casos volverán a repetirse y con ciclos más frecuentes y graves, llegando incluso a varias de las muertes que vemos en las noticias.

Como he dicho antes, no hay peor alternativa que la de sufrir en vida hasta que mueras. Mucho peor que morir asesinada, donde al menos tus problemas acaban aunque de forma injusta pues nadie tiene derecho de decidir cuando acaba tu vida. 
¿Dónde atacan? Donde más duele: en los hijos. No quieres volver conmigo, pues te voy a hacer la vida imposible.
Es una forma de violencia de género, la más agresiva, la peor. Matan a tus hijos y te dejan viva para que vivas con el dolor y la pena, para que tengas una existencia cargada de sufrimiento, para que estés sola. 
Luego ellos van a comisaría, se delatan (para demostrar su autoridad como hombres y sin ningún tipo de remordimiento), o incluso se suicidan. A mi parecer, son unos COBARDES. El daño ya está hecho.

La violencia de género es un problema que atañe hoy por hoy a nuestra sociedad. No es una cosa nueva que está de moda, sino que ha estado presente, oculta y asimilada como normal a lo largo de la historia.
(...) 
A la mujer se la agrede por ser mujer, sin importar que sea esposa, madre o compañera de trabajo. El hombre se siente superior a ella y se ve con la autoridad de poder dominarla para resolver sus apetencias sexuales, placenteras, laborales o domésticas.
(...)
Los hijos es lo que más quiere la mujer, el hombre sabe que es su punto débil, y ante una separación o ruptura del dominio del hombre para con la mujer; el marido mata a sus hijos y luego se suicida (aunque el suicidio no está constatado en todos los casos), para que ella viva con el sentimiento de culpa durante toda su vida, y sin aquello que tanto quiere, dejándola sola y frágil.
(...) [Trabajo de una servidora sobre el maltrato, para la asignatura de sociología.]

miércoles, 29 de febrero de 2012

Palabras y destino

Esta historia en primera persona que, a continuación, podrá ser leída, no está relacionada con ningún acontecimiento de mi vida en la actualidad, así como tampoco está pensada bajo la influencia de la historia de algún conocido. En resumidas cuentas: esta historia ha sido creada en mi imaginación por acto de la inspiración, y de la que tal vez más de uno pueda sentirse identificado.
Siento de antemano el daño que pueda provocar en alguna persona si ésta se siente ofendida y/o aludida.


Querida mamá / amiga / compañera:

Me siento en la obligación de escribirte esta carta aunque bien sé que jamás llegarás a leerla. Ya no podrás levantar tu mano con la que me acariciabas de pequeña y me cogías para consolarme, cuidarme y protegerme. Ahora ya no estás aquí conmigo y me siento muy sola. ¡Cuántas veces te habré dicho que me dejaras sola, que pararas de repetirme las cosas una y otra vez, que no te preocuparas tanto; cuando lo hacías todo por mi bien!  ¡Cuan tonta fuí al decirtelo! 
Has estado a mi lado en todos los momentos: en la salud y en la enfermedad, para lo bueno y lo malo, has participado de mi alegría y también de mis enfados, has estado conmigo en todos los momentos importantes para mí y me has apoyado en la lucha hacia mis sueños. Me has defendido quedando en evidencia con la gente aún sabiendo que yo había obrado mal.  Has cuidado de mí y me has dado más de lo que se podría pedir como madre. Has sido mi ángel de la guarda, mi niñera, mi cocinera, mi asistenta, mi guía, mi amiga, mi psicóloga, mi profesora... y sin embargo has tenido como alumna un ser hostil y dependiente, de mal genio y testarudo. Y has tenido paciencia para soportarme. Gracias a tí hoy puedo ser esa persona que soy en la actualidad, y he podido llegar a tener mi trabajo y vida adulta estabilizada. La gente me dice que soy muy buena chica... ojalá pudiera llegar algún día a ser como eras tú. Porque mamá, no te lo dije nunca, pero te admiro. Cuando iba hacia mi habitacion después de una regañina, delante de tí me mostraba orgullosa y fuerte, para hacerte ver que no me importaba lo que decías; sin embargo cuando llegaba a mi habitación me ponía a llorar a solas y escondida, porque sabía que aquello tenía un fundamento y que si lo hacías era porque me querías, y querías lo mejor para mí.

Me doy pena a mi misma: escribo una carta sin destinatario solo para intentar desahogarme y sentirme bien conmigo misma. Escribiendo palabras que no podrán ser escuchadas, y que tuve que decírtelas en persona. ¡Qué cobarde fuí! ¡Qué feliz te habría hecho!
Me arrepiento de no habértelo dicho: mamá te quise, te quiero y te querré SIEMPRE.



Este relato a mí me da que pensar. Nos dedicamos a esforzarnos por tener una vida, estudiar para un trabajo, dedicarle la vida al trabajo para poder tener mejor calidad de vida... y así en las distintas épocas de nuestra vida vamos perdiendo el "sentido" de vivir. Nos esforzamos indivualmente por ser mejores en el mundo externo de los conocidos, y dejamos de valorar aquellas fuentes internas que nos apoyan y dan sentido a nuestras vidas. Los sentimientos son más importantes que las cosas materiales a las que nos queremos y tendemos a acercanos. Sus raíces son más solidas y antiguas, y llevan tanto tiempo en nuestro interior que acabamos extinguiéndolas e ignorando; hasta llegado el punto en que la tierra se ablanda y una raíz sale al exterior: nadie sabe lo que tiene hasta que al final lo pierde.
¿Por qué no somos capaces de expresar las cosas cuando estamos a tiempo? Podemos tomar un gran paso, alegrar el día de una persona, ser felices nosotros mismos.
No, somos tan orgullosos (no quiero generalizar con esto) que nos callamos, dejamos que el tiempo corra, como si él solo pusiera la solución y dijera lo que nosotros no nos atrevemos a decir...
Cuando por fin queremos decir algo es porque estamos en una situación de peligro (peligro: como situación límite, conflictiva o definitoria) y en la que nos vemos obligados a decirlo. Quizá cuando estamos dispuestos es demasiado tarde.